Siempre he tenido claro que  tener claro el modelo teórico  en el que nos apoyamos para interpretar el mundo y la realidad es básico. 

En mi práctica como formadora y supervisora, en muchas ocasiones me  encuentro con personas que me comentan que han probado de utilizar el árbol de la vida  o cierto mapa concreto y no les funciono. Utilizar diferentes “técnicas” sin una base teórica le quita todo el sentido a la conversación que estamos manteniendo.

La epistemología es la flecha que me guía en las conversaciones, la que me da la intención y dirección de estas. Es la que proporciona la influencia  a las reflexiones de mis consultantes  a través de mis preguntas. Es la que me da una estructura no fija. Una estructura con movimiento intencionado.

A la pregunta de cómo influye el marco epistemológico en que se basan las prácticas narrativas a mi práctica, diría que me proporciona una mirada y una postura diferente con mis consultantes. La forma de ver el mundo hace que la intención de mis preguntas sea concreta y coherente con esa forma de verlo e interpretarlo para mí. 

Mi forma de entender la realidad como no única sino diversa, y como variable me aporta la visión de la posibilidad de encontrar un espacio entre la persona y el problema. Un espacio  que puede convertirse en un punto de entrada a una historia alternativa y diferente a la historia dominante.

Una de las cosas que recuerdo a menudo es la imagen de freno de mano cuando me viene la tentación de dar un consejo.  Recuerdo que el dar un consejo me coloca en la posición de poder y de experto.  En lugar de colocarme en una postura descentrada e influyente para favorecer la construcción de nuevas realidades desde las experiencias de mi consultante.

Cuando me inicie en narrativa, un concepto difícil de entender para mí, era el de deconstrucción. Precisamente el uso de este término en otros contextos  (culinarios) me ayudo a entender cuál era su significado. Esa nueva comprensión de la deconstrucción como la recuperación de lo no dicho abrió un abanico de preguntas en mis sesiones. No hablo de preguntas concretas, sino del aporte de nuevas direcciones o intenciones en mis preguntas. Esto me acerco más a conversaciones más fluidas porque tenía más clara hacia donde creía que  tenía que ir la conversación. 

Por otro lado, me siguen resonado mucho lad ideas sobre Foucault y el poder moderno. Me apetece mucho reflexionar de forma más amplia sobre este tema. Nuestra vida esta cruzada por discursos constantes que nos influyen y nos crean sufrimientos. El poder enriquecer una visión integrada de cómo trabajar con la deconstrucción de los discursos normalizadores y tener fluidez en conversar sobre estos con nuestros consultantes me parece muy interesante. 

Mònica Florensa Biescas

Psicóloga